La cuarta fue la vencida para Dominic Thiem

By on 14 septiembre, 2020

Por: Juan Diego Llosa

Impresionante. Después de cuatro horas de tensión, de frustración, de altibajos, de golpes buenos y malos, Thiem ha logrado conseguir lo que Nadal le había negado dos veces en París y Djokovic una vez en Australia: su primer Grand Slam. De esta manera, Dominic le regala a su país un nuevo título grande después de 25 años, el último ganador había sido Thomas Muster
quien venció en la final de Roland Garros de 1995 a Michael Chang con relativa comodidad.

Pero el partido no siguió la lógica de lo que todos esperaban. Teniendo Thiem un historial ampliamente positivo sobre Zverev (8-2 con el triunfo de ayer) y, sobre todo, tres experiencias previas en partidos decisivos de Grand Slam – contra ninguna del alemán – se podía predecir que iba ser él quien tome la iniciativa desde el comienzo, pero no fue así. Se le notó muy
nervioso, bastante pasivo y cometió errores que no se le vieron a lo largo del torneo en donde solo había perdido un set contra Cilic en la tercera ronda. Zverev era la otra cara de la moneda, muy concentrado, impecable con el servicio y disparando con la derecha a los lugares libres de la pista. No tuvo problemas para quedarse con el juego de saque del austriaco dos veces y llevarse por 6-2 la primera manga.

Pero bueno, la final iba a ser al mejor de cinco sets y Thiem tenía aún tiempo para reaccionar y nivelar el partido. Pero, para sorpresa de todos, el segundo set fue más de lo mismo. Thiem sin confianza en sus golpes y Zverev materializando su solidez de juego en el resultado. El alemán –entrenado por David Ferrer – se ponía a un paso de cerrar la manga, pero Thiem logró darse vida y consiguió su primer quiebre en el partido para ponerle presión al servicio de Sasha que muchas veces flaquea en los momentos decisivos. Esta vez no fue así. Zverev tuvo un juego de saque casi perfecto y cerró con un ace el segundo set.

El escenario para el tres del mundo estaba extremadamente cuesta arriba. Si bien las casas de apuestas antes del partido lo ponían como el principal candidato al título en Nueva York, después de esos dos primeros parciales la historia y la estadística se ponía en su contra. La última vez que un jugador había remontado un 2-0 en contra en una final del US Open había sido en 1949 cuando Pancho Gonzáles venció a Schroeder. Pero ese quiebre de Thiem antes de que el “principito” cierre el set, era un aviso de que, a pesar del mal día, seguía ahí. Empezaron el set bastante parejos, pero el juego de fondo del austriaco mejoraba y Zverev empezaba a cometer los errores típicos del que se siente tan cerca de lograr algo histórico.

Thiem logró quebrar al final del parcial y sostuvo la ventaja con su servicio para quedarse con el set. La tendencia cambiaba poco a poco. Dominic cerraba el puño y miraba a su entrenador Nico Massú que celebraba casi con la misma pasión con la que se animaba a sí mismo en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 donde ganó el oro en las dos modalidades. El partido estaba 2-1 y cualquier cosa podía pasar.

Zverev seguía más cerca de la meta que su rival, pero los errores no forzados y las doble faltas -que suelen ser su peor enemigo en los momentos de tensión – aumentaban (a lo largo del partido hizo 15). Thiem tuvo el olfato necesario para crecerse en ese momento y llevarse por 6-3 el cuarto set para llevar el torneo a lo que sería luego el set más épico de la era del Covid.

El quinto set tuvo todos los ingredientes que hacen de un partido de tenis un hecho histórico. Sufrimiento, emoción y miedo. Mucho miedo por parte de los dos que disminuyeron de manera considerable la velocidad de sus tiros para confiar en el error del otro. Dentro de ese escenario, fue el alemán quien se adelantó en el marcador y tuvo la oportunidad de llevarse a casa el torneo que se le viene exigiendo – a veces de manera injusta y desmesurada- hace más de 3 años. Pero volvieron los fantasmas disfrazados de doble faltas y errores no forzados. Thiem igualaba el partido a cinco juegos por lado, que, luego se convertiría en un 6-6. Todo se definía en el tie break. Y ese desempate tampoco estuvo libre de emociones, de hecho, ayudó al dramatismo que Thiem empiece a cojear de manera evidente y que Zverev haga otra doble falta cuando tenía la opción de ponerse 4-2. Thiem dispuso de dos bolas de partido que desaprovechó con errores. 6-6 y cambio de lado. Cambio de lado que probablemente, en un año normal habría recibido la ovación del público americano que es siempre electrizante, pero no se escuchaba más que el silencio y los pasos lentos de ambos jugadores que estaban a dos puntos del momento más importante de sus respectivas carreras deportivas.

Quien tomó esos dos puntos fue Thiem que se tiró al piso de inmediato a celebrar el logro que se le negó por tanto tiempo. Zverev caminó cabizbajo hacia la red donde se encontró con su amigo y rival. Ambos hicieron el saludo que consiste en un juego de manos (probablemente
inventando en un momento más distendido) para luego abrazarse a pesar de que en estas épocas de crisis se visto casi como una ofensa. Lo ameritaba. Zverev rompió en llanto en su discurso en donde mencionó a sus padres que lo suelen acompañar y esta vez no pudieron.


Es innegable que la ausencia de Federer, Nadal y la descalificación de Djokovic le abrieron un poco el camino al austriaco, pero nadie puede decir que este torneo tiene menos mérito que anterior ya que el nivel fue altísimo en todas sus rondas. Thiem se llevó el premio más grande, producto de su incansable perseverancia. Mención honrosa a la asociación de tenis de Estados Unidos que, dentro de todo, logró organizar el torneo dentro de las peores circunstancias.

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