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La épica como recurso

By on 23 enero, 2015
Nadal R victoria 01 b

Nadal

Ya han pasado casi dos días desde que Rafa Nadal salvara los papeles en el Open de Australia tras superar al norteamericano Tim Smyczek de manera agónica. Sin embargo, la narrativa del partido continúa en boca de todos. Resulta incómodo asomarse los medios de comunicación y empaparse de cientos de artículos, piezas o programas contaminados de la más extrema subjetividad. Por una parte están los que sitúan al español por encima del mismísimo Dios después de salir con éxito de una batalla de 4h11min donde su deteriorado estado físico a punto estuvo de costearle el viaje de vuelta a la península. En el otro bando, los que no ven la mejor oportunidad para sacar pecho después de que el 112 del mundo a punto estuviera de apear al mejor deportista de la historia de nuestro país en segunda ronda de un Grand Slam. ¿Quién tiene razón? ¿Están ambos equivocados? ¿Es imposible hablar con neutralidad sobre Rafa Nadal en España?

Empecemos explicando lo que ocurrió la noche del miércoles en la pista Rod Laver Arena (09:00 de la mañana hora española). El tercer favorito al título afrontaba su segunda cita de la semana ante un tenista desconocido en su historial y lejos de los cien primeros. El encuentro empieza sin sorpresas, con la primera manga cayendo del lado del manacorense, pero el campeón de 14 grandes iba a bajar el pistón en el segundo parcial para que el estadounidense igualara el duelo. Lo que parecía un simple tropiezo acaba siendo un desfiladero inevitable hasta la derrota. «Estaba cerco del desmayo, me han dado náuseas y ganas de vomitar, en general mi estado físico era malo, notaba la cabeza fuera«. Independientemente del ranking y de la leyenda que cada uno arrastre a sus espaldas, el 80% de los jugadores hubiesen abandonado la batalla en aquella situación. El 19% hubieran caído en el intento. Ya saben quien a quien pertenece el 1% restante.

No intenten titular o darle un nombre a la hazaña porque, en ocasiones, calificar este tipo de sucesos le resta su carácter extraordinario. «Notaba que no podía más pero he encontrado la manera de relajarme dentro de ese estado crítico por medio de la agresividad, sin correr y haciendo golpes ganadores«. Allí donde cualquier otro hubiese agachado la cabeza, Rafa decidió levantarla para afrontar, una noche más, la inviable adversidad. En una contexto sin argumentos para sobrevivir, Nadal prefirió modificar sus armas para que dimanara una mínima posibilidad. Incluso en esta coyuntura, con algo más serio que un triunfo en juego, el ex número uno del mundo se negó a tirar la toalla. «Al final es un tema de salud y uno tiene miedo de cruzar la línea» , afirmó luego en sala de prensa el pupilo de tío Toni. Una línea de la que no se apartó, sino que la cruzó hasta donde su cuerpo le permitió para volver a poner en duda su naturaleza humana.

Puede que sean las ganas de dar un golpe sobre la mesa, de dejar atrás unos meses horribles cargados de una ansiedad que, a la vez que oprimen tu mente, la liberan más tarde presa de todo lo sufrido lejos de las pistas. Quizás sea la presión de que sus principales rivales amplíen la distancia con él, o el miedo de que sus más inmediatos perseguidores le den alcance. A lo mejor es el deseo de desempatar con Sampras, de superar a Roger o de simplemente seguir creciendo con el único objetivo de no toparse jamás con el techo. No sabemos qué es exactamente lo que motiva a este superdotado de la raqueta, lo único evidente es que ninguno hubiese apostado por él hace 48 horas y hoy saltará al cemento para medirse con Dudi Sela. La épica volvió a rescatar a Rafa Nadal del abismo, pero no se equivoquen, no es una materia aplicable a todos los hombres. Se trata de un recurso que él mismo ha ido desarrollando desde su madurez hasta el día de hoy. La cualidad encargada de separar a los buenos jugadores de los eternos.

 

Escrito por: Fernando Murciego (@fermurciego)

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