La lesión crónica de Nadal

By on 13 mayo, 2022

La carrera de Rafael Nadal no solamente es un paseo por sus triunfos y éxitos, por sus Grand Slam, Masters 1000 y sus grandes partidos. Es, también, un recorrido por su largo historial de lesiones. Una serie de problemas que con toda seguridad ha impedido que su palmarés sea aún más impresionante. Rafael Nadal ha tenido lesiones en hombro, brazos, codo, psoas ilíaco, espalda, una especialmente persistente en las rodillas… Cuando Rafa dice que a lo largo de toda su carrera ha convivido con el dolor, no exagera, pero el hecho es también que él y su equipo, con la parte médica dirigida por el doctor Ángel Ruiz Cotorro, han conseguido lidiar con éxito contra ellas. Al inicio de su carrera era ‘costumbre’ decir que la exigencia física a la que se sometía haría que su trayectoria en el tenis fuera breve. Han pasado desde entonces casi 20 años, y el Nadal que estableció récords como tenista más joven en ganar títulos es el mismo que ahora los establece como tenista más veterano.

Pero la relación de Nadal con el dolor es un hecho. La lesión que le ha hecho retirarse cojeando de Roma y que pone una cierta incertidumbre sobre su presencia en Roland Garros es, en realidad, la primera que sufrió en su carrera, y que le ha acompañado desde entonces. Cuando en el año 2004 un joven Rafael Nadal estaba listo para comerse el mundo, sufrió una sobrecarga en su pie izquierdo que le causó una fisura en el escafoides. En el mismo lugar aparece, el año siguiente, el síndrome de Muller-Weiss, desde entonces instalado en su escafoides tarsiano: es una lesión crónica, degenerativa, no operable si se quiere mantener la movidad exigible para practicar deporte de alto nivel y que puede causar dolor incluso en reposo.

Aquella lesión obligó a Rafael Nadal a su primera baja deportiva prolongada. No pudo jugar desde el torneo de Estoril, en abril, a Bastad, ya en julio. No pudo debutar en Roland Garros ni jugar Wimbledon y no consiguió los puntos suficientes para clasificarse para los Juegos Olímpicos de Atenas en individuales (sí jugó en dobles, junto a Carlos Moyá). A su equipo le costó trabajo convencerle para que aceptara esa inactividad y no comprometiera la recuperación, pues la lesión podría causarle problemas a largo plazo. Y así fue pero, como se ve, se ha conseguido mitigar sus efectos. Con ella controlada, que no curada, ha convivido desde entonces. En 2007 jugó en Roland Garros infiltrado con el pie dormido y con anestesia… y ganó.

Tras su abrupto adiós a Roma, Rafa ha confirmado que su intención es jugar en Roland Garros que, si hay alguna posibilidad, va a hacerlo. Cabe señalar que al menos es evidente que después de 17 años de convivir con esta lesión el equipo de Nadal tiene un método para hacer frente a sus molestias. Las plantillas y esos analgésicos y antiinflamatorios que debe consumir -pero que también causan efectos a largo plazo- han cumplido, hasta ahora, su función. En dos semanas sabremos cómo puede afrontar Nadal este Roland Garros.

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