Garbiñe Muguruza en primera persona cuenta su experiencia y reflexiones en el confinamiento

By on 26 mayo, 2020

Hace unos días Garbiñe Muguruza recibió la oportunidad de la revista Vogue en España de poder contar en primera persona y con sus propias palabras la experiencia de vivir estos meses confinada, sin competición y con limitadas posibilidades para entrenar. Garbiñe relata cómo una campeona de Wimbledon y Roland Garros y finalista 2020 del Open de Australia como  afronta los desafíos físicos y mentales de esta situación que nos ha tocado vivir a nuestra sociedad.

Artículo integro de Garbiñe Muguruza:

Mis maletas llevan más de dos meses en casa y, para mi sorpresa, no tengo prisa por rehacerlas. El mundo ha dicho stop y nos ha puesto en nuestro sitio. Ahora los días realmente tienen 24 horas… Los minutos apenas pasan y eso supone que mi cabeza se vea invadida de ideas. Ay, si pudiésemos tener siempre nuestros pensamientos controlados.

California es uno de mis lugares preferidos. Allí llevo pasando Navidades, veranos y muchos entrenamientos en los últimos seis años. Es un lugar con una energía positiva, sana y un clima que simula una primavera constante.

Precisamente me encontraba allí a finales de febrero, preparándome para Indian Wells concentrada y preparada para la competición, el día antes de que empezase, mi mánager Oliver me dijo que los organizadores del torneo estaban teniendo una reunión urgente sobre la posible cancelación por un caso de coronavirus en una ciudad cercana. Yo pensé que sería imposible cancelar una competición de tal magnitud, pero al final recibimos la noticia que no queríamos escuchar: el torneo se cancelaba. Me quedé blanca. Y Conchita Martínez, mi entrenadora que estaba en aquel momento junto a mí, todavía más.

Fue una noche muy extraña. Reunida con todo mi equipo en la casa que cada año alquilo para el torneo, todos los allí presentes estábamos confundidos, mirándonos los unos a lo otros sin saber qué estaba pasando.

Decidimos no movernos durante los siguientes dos días, esperando noticias sobre qué pasaría con el siguiente torneo de la gira, el Miami Open. Como fichas de dominó, los eventos iban a ir cayendo uno tras otro, incluido el más especial del año, los Juegos Olímpicos. Un evento tan único que todos los atletas sueñan con participar, conseguir una medalla y formar parte de la historia. Triste noticia.

Ese día, abrí las noticias en el móvil y lo primero que apareció en mi pantalla fue la noticia de que Trump iba a cancelar todos los vuelos a Europa. Atacados, corrimos a reservar nuestros pasajes y así poder salir a tiempo antes de que todo comenzase a colapsar.

Parecía que cada hora que pasaba el mundo se iba desmoronando un poco más. Lo que me había parecido algo impensable como la cancelación de dos de los mayores torneos de tenis del mundo, se volvió de pronto algo insignificante. Habíamos salido de golpe de nuestra burbuja del circuito profesional de tenis. Lo que se nos venía encima era mucho más grande y grave.

Tras varios vuelos, por fin llegué a Ginebra, mi casa, cansada y de mal humor después de tanto ajetreo. Fue entonces cuando pude sentir que las cosas no eran iguales. Era extraño. Suiza es un país tranquilo, sereno, donde nadie se salta las reglas y la población es muy cívica. Algo había cambiado, sentí a la gente nerviosa y con una preocupación que se notaba allá donde fueras.

Afortunadamente, vivo en frente del lago Leman y, aunque estemos pasando esta situación tan dramática, las ovejas y vacas de la granja de al lado siguen igual de tranquilas. En general, aprecio la calma y el silencio. Todo lo que no sean grandes aglomeraciones. Solo hay una excepción: puntualmente me convierto en mujer urbanita cuando la tarjeta de crédito me pide salir de la cartera y paso a ser Carrie Bradshaw en busca de nuevos ‘Manolos’ -aunque con la lancha de pie que tengo no es fácil encontrar mi número–. Pero eso es todo.

Cuando me planté en mi casa confundida y sin ningún plan pensé: “Y ahora, ¿qué?”. ¿No os habéis preguntado nunca “y ahora qué hago yo para entretenerme”? Mi vida, en la que estoy acostumbrada a un ritmo frenético de viajes, presión y esfuerzo físico, se ha visto detenida de un día para otro. No estaba preparada, sobre todo para el gran vacío que he sentido al no poder hacer lo que mejor sé: jugar al tenis. Y, en especial, no estaba preparada para no poder rellenar ese tiempo con nada que se le compare.

¿Sabíais que nunca he estado más de un mes en el mismo sito? Estoy batiendo un récord. La última vez fue cuando me operé del tobillo y no pude andar durante varios meses. De eso hace ya casi una década.

Desde los tres años, he vivido con la raqueta en mano por y para un único objetivo. Cuando todo eso desaparece por fuerza mayor, la vida te da un codazo y te dice: “Eh, hay muchas más cosas que el tenis, quizás sea un buen momento para que te prepares para cuando ese día llegue. Para cuando tengas que colgar la raqueta”.

De cada mala situación siempre se puede extraer un mensaje, y hoy, el mío es levantar la mirada más allá de lo que sé y explorar todas las cosas que hay dentro de mí. Nací y me crié en Venezuela y más tarde nos vinimos a España. Llevo viviendo muchos años en Suiza, eso sin contar los años dando la vuelta al mundo como Willy Fog. Así que me siento de todo, menos de un sitio.

Muguruza

Para la cantidad de veces que la gente me pregunta “Garbiñe, ¿de dónde te sientes más de España o de Venezuela?” ni siquiera tengo la respuesta. Soy ciudadana del mundo y me encantan mi sangre española y vasca, y mi sangre latina, venezolana. Y estoy muy orgullosa de representar a España cada semana que compito por todo el mundo.

Represento una mezcla de culturas allá donde voy, desde la testarudez de los vascos por parte de mi padre, hasta los ritmos caribeños en mi cintura por parte de mi madre. Solo necesito escuchar los primeros compases de una salsa y mis pies se mueven solos.

El tenis es mi pasión, mi trabajo, mi herramienta para conseguir mi tan ansiada independencia y libertad, para controlar mis propias decisiones y mi vida como mujer libre.

Soy afortunada de tener éxito en ello y de que se materialice en oportunidades, experiencias y un armario como el que soñaba de pequeña. Soy afortunada por poder conocer a gente muy interesante y vivir experiencias únicas. Recuerdo especialmente mi viaje del año pasado a África. Es un continente especial para mí. En cierta forma, tengo una sensación de semejanza a Sudamérica y a mis orígenes.

Los últimos cuatro años durante el mes de noviembre he viajado a diferentes países africanos y he apreciado la simplicidad y riqueza no material.


La mayoría del tiempo estoy rodeada de un mundo superficial: medios de comunicación, cámaras, gente interesada o la famosa sociedad donde lo más importante es el Bentley que tienes. No me siento identificada con ese mundo, es vacío, es soledad, placeres efímeros.

Son las experiencias únicas y compartidas las que nutren, alimentan tu visión, tu perspectiva y las ganas de vivir. En Tanzania el pasado octubre decidí subir el Kilimanjaro y fue la experiencia más dura de mi vida. Fue la primera vez que semejante esfuerzo era solo para mí y para nadie más. No había ni trofeo, ni cámaras, ni un cheque. Solo la satisfacción personal que me dio esa experiencia. Pero esta es una conversación mucho más profunda que espero poder desarrollar algún día.

Con Ilinca, mi mejor amiga –que siempre me acompaña a cada atrevimiento–, forjé una relación todavía más fuerte en ese viaje y con más anécdotas de las que ya tenemos después de casi 15 años de aventuras juntas. Hoy, ante ese nuevo horizonte que se nos presenta a todos, escribo mi primer artículo. Siempre me gustó escribir y compartir mis pensamientos y esta cuarentena me ha dado el último empujón que necesitaba.

Entre tantas cosas que siempre he querido lanzarme a probar ha estado el poder entrevistar a personas interesantes, hacerles preguntas sobre la persona y no el personaje, sobre sus vidas, culturas y costumbres. Muchas de ellas, preguntas que siempre he querido que me hiciesen a mí.

También aprender costura y diseño. La moda siempre me ha gustado. O coger un pincel y un lienzo por primera vez en mi vida y que salga lo que tenga que salir. Mejorar mis habilidades en la cocina, o desaparecer y acompañar a National Geographic en uno de sus viajes. O lo más difícil de todo, ser emprendedora y construir un día mi propio negocio… Yes, a Businesswoman!!

Durante esta cuarentena también he tenido la oportunidad de recuperar los estudios. Y he completado cuatro cursos: dos de nutrición y salud, de la Universidad de Stanford; uno de psicología, de la Universidad John Hopkins; y uno de ciencia del ejercicio, por la Universidad de Colorado.

Tengo gustos variados, mi mente es muy inquieta y en ciertos momentos impulsiva e impredecible, aunque para bien, quiero creer. Como dice mi madre: “Abre tu mente y haz sitio para las cosas nuevas, solo así lo viejo ya no tendrá lugar”.

La impulsividad ha sido y es una cualidad en la que he trabajado mucho para tenerla bajo control –aunque intentando no perder la espontaneidad–. Lamentablemente, he tenido que aprender a domarla al estar expuesta a los medios de comunicación y al público, al que tanto nos debemos. Mantener la naturalidad puede ser un reto cuando ves que algunos solo están esperando un desliz. No hay que perder la esencia, quien tú eres, porque para bien, o a veces para mal, esa eres tú. Hay que cultivar la personalidad y, sobre todo, tu carácter.

¿Podré hacer todas las cosas que deseo? Espero que sí. Una de mis frases favoritas, la que lleva años gobernando mi Instagram, dice que la vida es muy grande para jugar pequeño. Esa frase motivadora, siempre en mi cabeza, la leí en la pizarra de algún gimnasio y allá donde voy intento aplicarla. Ya sea al salir a una pista con miles de personas que vienen a verme y no puedo respirar de los nervios, o cuando me subo a un avión acrobático, pasando por cuando me saqué la licencia para bucear. Me encanta abrirme a cosas nuevas. Soy cabezota y, si algo no es difícil o no me provoca cosquillas en el estómago, no me siento viva.

Como dice Ilinca: “Ya está esta adicta a la adrenalina buscando retos que cumplir”. Pero, ¿acaso soy la única que necesita retos increíbles en mente para alimentar su vida?

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