El dopaje, la manzana prohibida del tenis

By on 8 enero, 2014

El dopaje en el tenis se ha convertido en los últimos años en una de las mayores lacras de la especialidad, junto con las apuestas ilegales.

El dopaje en el tenis, al igual que en todos los deportes, se ha puesto de manifiesto en los últimos años debido a la mayor exigencia física requerida en los tenistas del más alto nivel. Sin excepción, la disciplina tenística ha visto como muchos de sus primeros espadas han sufrido las consecuencias de no saber entender el “fair play” o por no conocer debidamente la amplia lista de sustancias prohibidas por la ITF, la Federación Internacional de Tenis.

Aunque es cierto que en materia antidopaje “la voz cantante” siempre la ha llevado la WADA (World Anti-Doping Agency, de sus siglas en inglés), a partir del año 2009 la ITF, a instancias de la Agencia Mundial Antidopaje, adquirió las competencias en materia de doping tenístico. Así, es la ITF la que tiene potestad para sancionar o no a un tenista.

La relación entre el tenis y las sustancias dopantes viene de lejos, y es “un matrimonio” que nunca se ha llevado muy bien. Desde la mismísima Suzanne Lenglen, que se tomaba una copita de coñac entre los sets, pasando por el famoso caso de Jimmy Connors e Ilie Nastase, que en los años 70 durante un dobles en Wimbledon se tomaron entre ambos una botella de champán; hasta el caso más reciente de Nuria Llagostera, muchos y variados han sido los positivos que, en muchos casos, han llevado a la retirada del tenista en cuestión. El croata Mario Ancic, el estadounidense Ryan Newport o la propia Nuria Llagostera que, estando ya en la “tercera edad” del deporte, han optado por colgar la raqueta al verse envueltos en acusaciones de dopaje.

Pese a que sustancias dopantes las ha habido y las habrá siempre, lo cierto es que con el paso de los años y el desarrollo de la tecnología, cosas que antes “se pasaban” como válidas, hoy día con el gran número de controles que se llevan a cabo y la gran lista de sustancias prohibidas que registra la ITF, es cada vez más difícil que un tenista tome algo permitido. Tomando por caso la cocaína o el hachís, es bien sabido que a finales de los 70 y principios de los 80 era habitual el uso de estas sustancias en el circuito, por entonces sustancias permitidas, o no registradas, simplemente. Más recientemente, en el año 2007, la suiza Martina Hingis confesó haberse dopado con cocaína durante el torneo de Wimbledon de ese mismo año, lo que la llevó a su segunda y definitiva retirada.

El checo Petr Korda dio positivo por clenbuterol (caso similar al de los ciclistas Alberto Contador o Michael Rogers) por una carne “contaminada”. En el caso de los anabolizantes, Stefan Koubek , Carol Beck, los argentinos Guillermo Cañas , Coria, Chela y Puerta bebieron la famosa efedrina (sustancia que aumenta la capacidad respiratoria y la claridad mental, entre otras “ventajas”) para mejorar su rendimiento… Una lista interminable de casos y de tenistas implicados.

El pasaporte biológico

Todo esto cambió radicalmente con la llegada del ADAMS (Anti-Doping Administration & Management System, de sus siglas en inglés), el Sistema de Administración y Gerencia Antidopaje mundial, que lo instaló la WADA en el año 2005. Así, nacía el famoso pasaporte biológico, una manera de detectar el uso de sustancias y métodos prohibidos por el seguimiento de los parámetros sanguíneos de un jugador a lo largo del año. Con este sistema, múltiples muestras de sangre se recogen y analizan con el tiempo, representando el perfil del jugador, o «pasaporte».

La diferencia entre el “pasaporte biológico” y los controles tradicionales es que éstos últimos requieren la presencia de una sustancia prohibida, a fin de demostrar que el tenista está violando las reglas; mientras que con el nuevo método se analizan múltiples pruebas en grupo, utilizando umbrales basados únicamente en datos individuales de cada jugador. De esta manera, atendiendo a los valores normales en sangre de un jugador, se pueden detectar casos de dopaje sin detectar la sustancia en sí.

Con el pasaporte biológico se pueden detectar las micro-dosificaciones de sustancias y métodos prohibidos así como detectar sustancias que no se “ven” con los sistemas de control de orina y sangre, tradicionales. Entre los cambios más interesantes que el DCO (Doping Control Officer), el agente de control antidopaje, puede llevar a cabo en el tenista están los controles sucesivos si el agente sospecha algo extraño cuando se detecta un cambio en los valores normales del jugador.

El método es sencillo. La ITF dispone de un software que detecta automáticamente los valores de los parámetros de la sangre poco comunes. Estos se proporcionan a un panel de expertos, junto con la explicación del jugador de esos valores. Si el panel concluye por unanimidad que es muy probable que el jugador esté utilizando una sustancia o método prohibido, automáticamente se establece una sanción. Aunque el “pasaporte biológico” es novedoso, solamente complementa los análisis tradicionales, así que sólo puede considerarse una herramienta más.

De Puerta a Llagostera

Muchos y variados han sido los casos de dopaje en el tenis. Uno de los más sonados fue el del argentino Mariano Puerta. En octubre de 2005, y tras haber conseguido llegar a la final de Roland Garros (perdió contra Nadal), el argentino dio positivo por efinedrina, lo que le supuso una suspensión de ocho años (que al final quedó reducida a sólo dos por falta de pruebas acusatorias) teniendo que devolver los puntos y ganancias desde la fecha del positivo. En su vuelta a las pistas el argentino no volvió a ser el mismo y su mejor resultado fue el Challenger de Bogotá de 2008. Unos pobres resultados que le llevaron a la retirada.

Más recientemente Marin Cilic o el serbio Victor Troicki fueron suspendidos por la ITF, aunque el croata ya ha vuelto a las pistas. Troicki, de 27 años, fue sancionado al negarse a pasar un control anti-doping durante el pasado Masters 1000 de Montecarlo, siendo sancionado con una suspensión de dieciocho meses, lo que le acarreó, entre otras cosas, perderse la final de la Davis en Belgrado. Tenistas como el croata Mario Ancic, el holandés y gran doblista Paul Haarhuis o “el mago” Santoro, aun estando ya retirados de la competición, no podrían volver al circuito de leyendas si no hicieran un control antidopaje como mínimo tres meses antes del evento en cuestión.

El caso que nos toca más de cerca es el de Nuria Llagostera. La mallorquina, de 33 años, dio positivo el pasado 11 de noviembre durante el Bank of the West Classic, en Standford, Estados Unidos. En una prueba de orina se le fue detectada metanfetamina, un psicoestimulante muy fuerte y peligroso para la práctica del deporte. A instancias de los laboratorios de la ITF en Montreal, Nuria no pudo explicar cómo llegó esa sustancia a su cuerpo, lo que le acarreó una suspensión de dos años, hasta el 7 de septiembre de 2015. Asimismo, los puntos y resultados de la tenista en el torneo de Standford fueron retirados de su perfil. Dada su edad, la tenista de Palma optó por una retirada “forzosa”.

El tenis de élite exige a los tenistas un rendimiento físico y mental sobrehumano, lo que ha llevado a muchos tenistas de la talla de Andre Agassi o Richard Gasquet a probar “la manzana prohibida” del tenis, ensuciando su imagen y llevándoles, en muchos casos, a la retirada.

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