Del Aluminio al omnipresente carbono y el ‘material de Dios’

By on 25 julio, 2020

La evolución de las raquetas (parte 2 y final) (parte 1, aquí)

Por GOYO YBORT. Fotografía de YOLANDA ALONSO, GYB.

El absolutismo de la madera se tornó, desde aproximadamente los años ’70 del siglo XX, en una alternancia constante de materiales para la construcción de raquetas entre los que han intervenido, con especial protagonismo del carbono: acero, aluminio, aluminio y plástico, tensilium, grafito en asociación con el propio aluminio, con cerámica, kevlar o fibra de vidrio; boro, carbono como tal, titanio, basalto, volframio, grafeno, aerogel, hipercarbono, cobre, TeXtreme, níquel-mesh o E-TPU.

Antes, en plena ebullición de la madera se inmiscuyó una pieza revolucionaria, patentada en USA (por William Larned, heptacampeón de Estados Unidos) en 1923, como la singular y poco exitosa New Dayton Racquet de cuadro de acero, cuerdas de alambre (de piano) y mango liso y rallado de madera. Raqueta que tuvo homónimas en tiempo, como las británicas Slazengers’ Thors (1925) y Birmal (1922-24), de chasis de aluminio.

Metálicas. Lacoste y Wilson

Lacoste dio la llave de metal a Wilson

El gran salto de la madera al metal parte de Francia. Fue el campeón René Lacoste quien puso en escena la raqueta metálica Lacoste en 1961, que había ideado casi 30 años antes y exhibió entre 1965 y 1967. La joya duró poco tiempo en manos de la compañía francesa, y con escasa relevancia; hasta que Wilson adquirió la patente y lanzó la T-2000, verdaderamente reconocida y superventas, con la que Jimmy Connors sumó grandes victorias salvo, curiosamente, sobre la tierra de Paris.

La peculiar Wilson T-2000 se caracterizaba por un chasis de acero y un sistema de anillas metálicas como sujeción del cordaje que recorría el aro de la cabeza. Aquel metal posibilitaba mayor resistencia de la garganta o cuello, lo que contribuía a reducir las vibraciones, a la vez que la cabeza confería mayor potencia y control respecto a la madera; pero, como aquella, seguía siendo pesada. La T-2000 -que tuvo otras variantes- brilló entre 1968 y 1978 y, aunque dejó de producirse, Connors siguió aferrado a ella y con éxito hasta 1983.

Acero. New Dayton

Compartieron tiempo con la famosa Wilson, la japonesa Yoneyama T-7500 (luego Yonex) y las británicas Dunlop Steel International, de inédito y fino mango; y Slazenger Plus, que devolvió a Manolo Orantes a la competición tras su lesión de codo con las de madera. Aún hubo otro raro invento que mezcló la cabeza de madera con doble barra de acero en el mango, como la MacGregor Tourney.

Head-AMF, que había innovado en madera con chasis de cuello abierto en su Vilas, lanzó otra revolución en 1975 construida en aluminio y fibra de vidrio -incluso añadió boro y después carbono-, de secciones extraplanas en tonos plateados y metalizados, con el nombre de Arthur Ashe Competition (también Expert y Cup), que empleó este jugador estadounidense para ganar Wimbledon (primer tenista afroamericano en lograrlo).

Aerogel

El boro se volvió a ver, por ejemplo, en la posterior Donnay Boron 25 y en la más que peculiar FOX ATP Boron, en cuya singular geometría se combinaba boro, grafito y fibra. Cuando los años ’70 tocaban a su fin, Slazenger trabajó con un metal experimental llamado tensilium.

El carbono aportaba el esperado póquer: ligereza, rigidez, flexibilidad y absorción

Es en el arranque de los años ’80 cuando se origina la verdadera revolución de los materiales, pues a las coetáneas de madera reforzada, con fibra de vidrio y grafito, se añadieron construcciones de chasis de grafito composite (desde 1979) con piezas de plástico o nailon en la garganta, como la Head Winning Edge; piezas con un 30% de grafito como la alemana Kuebler Plus 30, del ingeniero Siegfried Kuebler (que había construido sus primeras raquetas partiendo de aluminio extruido en 1972); de grafito 100% y posteriores de 95% de grafito y 5% de boro, caso de la Spalding GRB-20 empleada por ‘Pepo’ Clavet en sus primeros éxitos.

Evolución del aluminio

El grafito llegaba para aportar rigidez, flexibilidad, elasticidad y ligereza, reduciendo vibraciones, permitiendo cabezas sobredimensionadas sin riesgo y combinando bien con otros materiales. Comenzó a asentarse en un escenario muy abierto junto a las hermanas fibras de carbono y al kevlar, igualmente ligero y de reconocida resistencia y absorción.

Pero el aluminio también siguió su camino en los albores de los ’80, en chasis ligeros con plástico en el desdoblamiento del mango a la cabeza en muchas marcas y modelos. Taiwán se afianzó como fabricante de las nuevas raquetas ligeras, que llevaban todos los reconocidos sellos del mercado y otros muchos de nueva creación y que no pasarían de este periodo, de cierto esplendor entre 1975 y 1978.

Babolat GT tech.1

Del aluminio 6061 que, por ejemplo, empleaba Snauwaert pronto se pasó al aluminio con grafito apenas mediada la década de los ’80, cuando fueron buenas muestras las Dunlop X-30 y McEnroe Autograph 1, por ejemplo; y casi inmediatamente afloró la combinación grafito y cerámica como la que lucía la famosa Dunlop Max Volley o la Slazenger CS160. Las fibras de cerámica aportaron mayor rigidez y redujeron las vibraciones, pero era costosa y pesada, así que no llegó muy lejos.

Fischer llegó a estirar esta mezcla hasta los años ’90 en su Vacuum Pro 98, construcción muy similar a las empleadas con éxito por Michael Stich y Evgeny Kafelnikov.

Grafito (80%) y kevlar (20%) fueron la esencia de la fabricación de la exitosa Wilson ProStaff que manejaron, por ejemplo, Stefan Edberg, Pete Sampras -y hasta Federer en su eclosión- desde finales de los ochenta; mientras que Head apostaba por grafito y fibras de carbono para su Prestige Pro, con la que jugaron Emilio Sánchez Vicario, Henri Leconte, Thomas Muster o Goran Ivanisevic.

Lacoste sacó de su nueva línea de producción el modelo LT330 elaborado en grafito, kevlar y fibra. Y las originales Yamaha YFG30 e YFG50 mezclaban grafito y fibra de vidrio.

Grafito, carbono, boro…

En ese tiempo Prince cobraba éxito con su sobredimensión de cabeza en la Graphite Oversize 110 con la que llegó a jugar Andre Agassi y que usaron Gabriela Sabatini, Michael Chang o Peter McNamara, pero la marca estadounidense aún sorprendió con una raqueta Mono de grafito, impropia de esta época (1990) ya que retomaba la conexión entre mango y cabeza, careciendo de garganta como las de madera.

Por entonces, la uniformidad estaba casi generalizada en la geometría de mango, cuello y cabeza; si bien había derivaciones como las de Fischer (más rómbicas), Slazenger (irregulares), las oversize efectos martillo (tipo Wilson), o las denominadas cabezas de diamante que produjeron varios fabricantes; y lo mismo se empleaban 22 cuerdas principales y 27 cruzadas, como hizo ProKennex; que 14 principales y 18 cruzadas, como usó la recuperada Donnay.

HM6 carbono

Mediados los ’90, para los sistemas de absorción del mango se emplearon elastómeros, lo mismo que por entonces comenzaban a equipar las bicicletas de montaña en sus amortiguaciones delanteras. Un buen ejemplo podía ser la Dunlop 200G Muscle Weave, que venía a reavivar la llama de aquella exitosa pieza de John McEnroe y Steffi Graf de fibra de grafito inyectado.

El carbono ya se había erigido como el elemento más importante del que partir para la construcción de una raqueta, haciendo mención expresa Rossignol con la exitosa F200 Carbon de Mats Wilander de principios de los ‘80, Völkl y Bormark; mientras la combinación de carbono-grafito de Adidas también prosperaba en manos de Ivan Lendl.

No obstante, aquel carbono, aún compartió construcción y tiempo, a finales de los años ’90, con el titanio que emplearon, por ejemplo, Wilson, Dunlop, Yonex y hasta Völkl en la llamativa Boris Becker 7Tour. Agassi se sirvió del titanio de Head para hacer historia en el paso del siglo XX al XXI, entre Paris y Madrid; como también del de Yonex (con cabeza de más aristas) lo hicieron Martina Hingis o Monica Seles.

En esa época Wilson ya comenzaba a trabajar con las fibras de basalto, que acabó llevando a modelos empleados por Federer y hasta Feliciano López, entre muchísimos jugadores de renombre.

Head Grafeno

De las espumas transformadas al ‘material de dios’

A medida que avanzaba la primera década del siglo XXI lo hacía la tecnología. Dunlop apostaba por el aerogel y Babolat por el volframio.

El aerogel, o humo helado o sólido que ya se había empleado en tecnología aeroespacial, era una especie de espuma que aportaba solidez y ligereza pero, claro, tenía dos principales orígenes: sílice y carbono; incluso en China en 2013 se desarrolló el aerogel de grafeno, de ínfima densidad.

Evolución Grafito

La marca francesa, que esencialmente popularizaron Carlos Moyá y Rafa Nadal, combinó el grafito con el volframio o tungsteno, metal de alta resistencia a la tensión, la rotura y la corrosión empleado para el refuerzo del acero de los cañones en la Segunda Guerra Mundial.

Babolat trabajaba en sus tecnologías Aero, con los favores de la mejor aerodinámica; GT (grafito, tungsteno) y Woofer System, para prolongar el contacto cuerdas-pelota (con el que Virginia Ruano logró plata en los J.J.O.O. Pekín y en sendos Roland Garros de dobles).

Mac Gregor. Acero

Apenas en la siguiente entrega de gama, Dunlop presentó sus raquetas de carbono HM6 (HM es módulo alto de carbono), también al inicio de la segunda década del siglo; cuando Wilson popularizaba el hipercarbono en el arma de Federer. Pero el nuevo salto lo daba Head al incluir el ‘material de dios’ en 2013.

Novak Djokovic estrenó el excelente equilibrio de su Head Graphene Speed nueve años después de que fuera descubierto el grafeno que, aunque se trata de carbono puro como el grafito, está considerado el más resistente de la naturaleza, 200 veces más fuerte que el acero estructural, más duro que el diamante, 5 veces más ligero que el aluminio y más flexible y elástico que la fibra de carbono. Esto es, procurando más potencia y control, con mejor capacidad de absorción y amortiguación.

Madera y acero

Pero, como dice la zarzuela ‘La verbena de la Paloma’ “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, es una brutalidad, es una bestialidad”, y Dunlop-Srixon, después de su sistema AeroSkin y de añadir cobre a la empuñadura, recientemente ha incorporado en su nueva serie CX la tecnología Sonic Core, como retomando la espuma; que se basa en el denominado E-TPU (Expanded Thermoplastic PolyUrethane) o Infinergy de Basf, de excelente elasticidad y ligereza. Este primer poliuretano termoplástico expandido del mundo optimiza la amortiguación del impacto, reduce las vibraciones del marco e incide en la velocidad de viaje de la pelota.

Babolat ha añadido su C-Weave (tecnología Chomarat), una nueva generación de fibras de carbono de altas prestaciones en paralelo y trama bidireccional, para obtener precisión y estabilidad en cada golpe.

Prince O3 Phantom 2.

La marca de Nueva Jersey, Prince, ha empleado en la fabricación del último lustro una combinación propia de carbono, graphite extreme, filamentos de cobre y titanio, como más recientemente la tecnología de fibras de carbono TeXtreme (en eje y parte interior de la cabeza) también de especial alineación, que agregó fibras de aramida -sistema Twaron- (sintéticas de alta resistencia y prestaciones y calidad similar a la cerámica) primero en el puño y luego en brazos del puente y en la cabeza a las 10 y a las 2 (donde poco antes ya había introducido el cobre); algo que procura óptima amortiguación y respuesta. Además del aerodinámico sistema O3 de encordado abierto, que recupera la amplitud de ojales para paso de cuerdas menos rígido, aumentando el punto dulce de golpeo y la aceleración.

Y la californiana Solinco ha introducido la no menos innovadora tecnología níquel-mesh, que se sirve de fibra de carbono y malla anodizada de níquel para mejorar resistencia y estabilidad en el impacto y neutralizar la torsión.

Titanio

Junto a estos nuevos materiales, inéditos en la construcción de raquetas, la ciencia ha llegado a introducir en el tenis, siempre con ánimo de lograr el póquer perfecto entre potencia, control, rigidez y ligereza, fibras inteligentes y hasta sistemas electrónicos de amortiguación dotados de chip, que redunden en la interactividad de marco y cordaje al golpear la pelota.

Últimas generaciones

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