“No es oro todo lo que brilla en el tenis”

By on 21 junio, 2020


Por Pancho Campo

Durante casi 30 años el tenis fue mi vida y mi carrera pero me alejé de la práctica profesional de este deporte algo más de 10 años para dedicarme a mi empresa de organización de eventos. No obstante, en 2011 volví a las pistas para jugar con mi hijo y desde entonces también he organizado una serie de cursos para profesionales en España y Portugal, he impartido muchas conferencias y he desarrollado un programa sobre gestión del estrés y de motivación para entrenadores y jugadores.

Me he permitido hacer este análisis porque me preocupa muchísimo la situación del tenis sobre todo a raíz de la pandemia. La ventaja es que con mi experiencia empresarial y habiendo trabajado en otros sectores tengo una perspectiva diferente y una visión algo más amplia que quizás la mayoría de los profesionales del tenis que únicamente han estado dentro del sector. Además, no estoy afiliado a ninguna de las múltiples organizaciones que intentan regular el deporte y mi único interés es porque le tengo un gran cariño al tenis.

Ha sido precisamente durante el confinamiento cuando más me he vuelto a conectar con ex compañeros de profesión, he participado en muchos foros virtuales, me han hecho varias entrevistas y he tenido tiempo para estudiar la situación actual del tenis. Por desgracia lo que estoy viendo no me acaba de gustar y es evidente que el tenis está pasando por uno de los momentos más delicados que yo recuerde. El tenis, al igual que muchos otros sectores, se está viendo afectado por diversas crisis a la vez, lo que complica todavía más la situación. Estas crisis son la sanitaria, la económica, la climática, la de falta de liderazgo y una profunda crisis de valores.

La crisis sanitaria ha puesto en evidencia la fragilidad de nuestro deporte, dejando muy vulnerables sobre todo a aquellos clubes, entrenadores y jugadores más humildes, principalmente por la estructura tan desastrosa y desordenada que tiene el tenis. La pandemia ha disparado una grave crisis económica a todos los niveles, afectando a los ingresos de jugadores y entrenadores, los torneos, los derechos de televisión, patrocinios, venta de material deportivo, inscripciones a escuelas de tenis, campamentos de verano, etc.

Así mismo, estás crisis han sacado a relucir la falta de organización empresarial que existe en el tenis de muchos países, principalmente a la hora de proteger a quienes trabajan y viven de este deporte. Muy pocos entrenadores, sobre todo en los circuitos ATP y WTA, tienen contratos de trabajo, beneficios sociales, jubilación, desempleo o seguro médico. También ha salido de relucir el tema del IVA en España, puesto de manifiesto por profesionales como mi amigo Luis Mediero. Aunque alabo su iniciativa, la misma llega con muchos años de retraso ya que la educación está exenta de IVA desde siempre y en el mundo de los espectáculos se logró bajar este impuesto ya hace bastante tiempo. Ha tenido que venir el coronavirus para que los profesionales se den cuenta de que al ser el tenis una actividad educativa, deportiva y saludable debería tener un IVA nulo o por lo menos reducido.
Otra de las cosas que más me ha llamado la atención después de haber estado alejado durante estos años es como han disminuido los espectadores y seguidores, principalmente los más jóvenes. Aunque nos cueste creerlo, la edad media de los espectadores del tenis sobrepasa los 55 años. Para mi hijo, al igual que para sus amigos y para muchos otros jóvenes de todo el mundo, el tenis es muy aburrido y esto lo corroboran profesionales como Patrick Mouratoglou, quien en una entrevista para el Daily Mail decía que ello se debe a que, aunque hay personalidades carismáticas, en el tenis no hay pasión ni se permite el mostrar sentimientos. Como será de “carca” el tenis que la red social más usada por los tenistas es Twitter pero los jóvenes prácticamente ya no la usan.

Los espectadores están desapareciendo, principalmente los jóvenes, porque ha habido una disminución considerable de practicantes del tenis, aquellos que iban a los clubes por la mera satisfacción de hacer deporte. Cuando yo estaba en activo, a finales de los 90, en EEUU había más de 38 millones de licencias y hoy no llegan ni a 20 millones. En España tampoco los números crecen a pesar del fenómeno Nadal, de haber ganado la Davis y que ha habido una pléyade de grandes jugadores. Como decía mi querido mentor Nick Bollettieri, “para tener calidad hay que tener cantidad”. Cuanto más amplia sea la base de la pirámide mayores probabilidades y cantidad de jugadores serán los que puedan llegan a la cúspide de esta.

Por otra parte, y esto lo he vivido en carne propia con mi hijo, hay una obsesión con la alta competición. Han aparecido academias de alto rendimiento por todas partes y muchos clubs han dejado de lado la mera práctica del tenis para centrarse en la supuesta alta competición. Mi hijo acabó totalmente desanimado y hoy odia el tenis porque él solamente quería jugar por hacer deporte y pasárselo bien pero en los tres clubs donde estuvo entrenando los entrenadores le presionaban con la alta competición: “si no entrenas cada día nunca llegar a ser profesional”, le solían decir.

Cuando fui director de la academia de Bollettieri, de la Adidas Sports Academy en Dubai o del Murcia Club de Tenis, el intrusismo que había en nuestra profesión era otro problema muy común ya que cualquiera agarraba un cubo, lo llenaba con pelotas y se ponía a dar clases, sin ningún tipo de formación o licencia. A nivel profesional nada ha cambiado ya que cualquier iluminado se puede convertir en coach en la ATP y en la WTA. Por ejemplo, en fútbol, si quieres ser entrenador de un equipo profesional te has de sacar una licencia UEFA, y da igual que te llames Zidane o Luis Enrique.

Aparte de la falta de una estructura sólida, otro de los retos a los que se enfrenta el tenis es la tremenda fragmentación que hay con demasiadas entidades que intentan organizar, controlar y dirigir los intereses del tenis como pueden ser la ATP, WTA, ITF, GPTCA, Copa Davis, USPTA, etc . No solamente fragmentan el deporte pero lo peor es que al estar ellos muy divididos no logran unir a todo el tenis mundial en un momento en que la unión del sector es absolutamente necesaria.

El tenis, que en mis días era considerado como un deporte clasista y elitista, hoy en día lo es más que nunca. Hay una diferencia abismal entre la élite del tenis y los estamentos más bajos, ya sean jugadores, torneos o entrenadores. Son apenas los primeros 100 o 150 jugadores del ranking quienes ganan dinero de verdad y solo los grandes torneos los que resultan rentables. El resto apenas pueden ganarse la vida y cubrir sus gastos pero cuando se terminen sus días de jugador acabarán tirando bolas en un club y dando clases por los sueldos cada día más miserables que la mayoría de los monitores del mundo cobran. Aunque ser del top ATP y WTA pueda parecer muy glamuroso, intentar ser tenista hoy en día no resulta muy tentador, hay millones compitiendo para esas 150 plazas. La opción más interesante es optar a una beca universitaria en EEUU donde puedes seguir compitiendo y cursando una carrera.

La crisis climática tampoco es ajena al tenis ya que el deporte en general ha sido de los últimos en reaccionar para proteger el medio ambiente y hacer frente al cambio climático. Todas las pistas sintéticas están construidas con derivados de combustibles fósiles, los cortavientos son de plástico, muchas zapatillas y cordajes también son plásticos y seguimos viendo imágenes de jugadores, tanto en pista como en ruedas de prensa, bebiendo de botellas plásticas. Aparte de ser una obligación de todos los ciudadanos la protección del medio ambiente, los deportistas de élite son una referencia para los ciudadanos, sobre todo para las generaciones más jóvenes. Con unos pocos mensajes de Nadal o Federer en redes sociales, invitando a sus seguidores a cuidar el medioambiente, se podría marcar una gran diferencia.

Hay muchos otros problemas que se deberían analizar como el tema de los derechos de autor, al igual que los músicos o artistas, la falta de una entidad como las SGAE, la falta de una asociación que vele por los intereses laborales y profesionales más que por temas tenísticos, etc. Todos estos problemas se podrían afrontar y solucionar si hubiese un mejor liderazgo. Así como es nuestra obligación el elegir a los políticos que nos lideren basados en meritocracia, lo mismo debería ocurrir con el deporte. Faltan líderes que hagan algo por unificar al tenis mundial. No porque hayas sido un gran jugador vas a ser un buen gestor, un buen director o un líder de nuestro deporte y viceversa, no porque hayas sido el CEO de una multinacional vas a entender las idiosincrasias del tenis. ¡Zapatero a tus zapatos!

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