Historia de las raquetas (I). De la madera maciza a las láminas

By on 22 julio, 2020

por Goyo Ybort

La madera ha sido hegemónica en el segmento de las raquetas de tenis desde los orígenes, probablemente entre los siglos XIV y XVI, hasta casi mediados los años ’80 del siglo XX; partiendo de peculiares formas y dimensiones. Por ejemplo, a finales del siglo XVIII mostraban una geometría muy similar a la de las raquetas para caminar sobre nieve.
Pero es en el siglo XIX cuando se empiezan a fabricar raquetas de tenis como tal, una vez que el deporte se ha definido a sí mismo, esencialmente a raíz de que el mayor Walter Clopton Wingfield -exmilitar del ejército de la reina Victoria- patentara y comercializara un juego denominado Sphairistikè en 1873, que pronto se convirtió en Lawn Tennis. Apenas cuatro años, después una curiosa historia en el All England Lawn Tennis & Croquet Club derivó en la organización de un torneo que supondría la génesis de Wimbledon.


La producción de raquetas de tenis nació de maderas de haya, arce, nogal, abedul e incluso caoba y fresno, persiguiendo ya desde el principio dureza, resistencia y flexibilidad. Llegó a haberlas hasta de bambú en Taiwán, más adelante.

La Le Coq Sportif que hizo famosa Yannick Noah


Se trabajó con madera maciza hasta, prácticamente, mediados los años 30 del siglo XX, a un lado y otro del Atlántico; pero eran elementos de una sola pieza, irregulares, con formas asimétricas y puños de los más diversos conceptos.


Así, desde finales del s. XVIII y comienzos del XIX, prosperaron modelos como Flat Top, con forma casi de triángulo invertido y parte superior recta y plana (que tuvo amago de reproducción cien años después con las denominadas cabeza de diamante); incluso una sucesora versión híbrida entre triángulo invertido y oval. Y mangos en forma de cola de pez (fishtail), muy llamativo y poco confortable; los posteriores fantail, más ergonómicos, cómodos y redondeados; y bulbous, con forma de bulbo y también más adaptado a la mano. Si bien, hubo otras muchas, y no menos peculiares, variantes para empuñar las raquetas, de formas esféricas, ovaladas-rectangulares y hasta de martillo.

Convex. Mango en forma de cola de pez


En las postrimerías de 1800 las piezas eran más regulares en sus formas, procuraban mayor armonía y empleaban elementos de unión entre cabeza, garganta o cuello y mango.

Ya en el siglo XX empezó a dominar el mango octogonal más clásico, al principio rallado o con hendiduras talladas, todo ello previo al empleo de piel como grip, que se popularizó mediados los años 30 de ese mismo siglo XX, cuando también se usaba un clavo transversal en el cuello para reportar solidez al conjunto y a los golpes. Desde antes incluso, como refuerzo, se llegó a usar pequeñas cintas.

Cuellos convexo y cóncavo


A partir de 1920, en la conexión entre el mango y la cabeza se distinguían formas cóncavas, luego convexas, incluso onduladas y de garganta abierta, como la famosa A.G. Spalding & Bros Top Flite Bill Tilden, que usaba en sus éxitos de los años ’20 y ’30 uno de los mejores tenistas de la historia, el estadounidense ‘Big’ Bill Tilden. Curiosamente, ese diseño de cuello abierto no tuvo continuidad a gran escala hasta casi 50 años después y para llegar a nuestros días.


Pero si romper con la tradicional conexión de mango y cabeza fue noticia, más aún supuso verdadera revolución la raqueta que exhibía tres aerodinámicos brazos entre puño y cabeza, una patente inglesa de 1937 (presentada por un tal F. W. Donisthorpe y que la hizo popular Bunny Austin) que atendía al nombre de Hazell’s Streamline; pieza que tuvo moderna reproducción de la mano de Le Coq Sportif y Yannick Noah con el modelo Concept 3 oversize, de madera reforzada con grafito, que triunfó en Roland Garros de 1983, cuando ya predominaban las herramientas de fibra de vidrio.

Top Flite Bill Tilden


Aquella llamativa Hazell`s se plantó en una final de Wimbledon, pero entre los jugadores de la época resultó tan innovadora que no cuajó.

Como todo en la vida, en pleno desarrollo de la madera con marcas en expansión como las británicas Slazengers (Slazenger & Sons) y Geo G. Bussey and Co., las estadounidenses A.G. Spalding MB and Bros, Harry C. Lee & Company, F.J. Bancroft Co., Wright & Ditson o Narragansett; o la francesa Williams & Co.; se inmiscuyó una raqueta americana de acero, que incluiremos en la segunda entrega de este artículo.

Fred Perry. Lados de derecha y servicio


Ya adoptada en general la cabeza ovalada y el nexo con el mango en forma cóncava, se pasó de la construcción a partir de un listón curvado a la de varias láminas delgadas, más fácilmente moldeables y encoladas entre sí. Ese sistema multilámina denominado Ply en inglés fue obra de Dunlop y su éxito resultó apabullante durante justo medio siglo, de los años ’30 a los ’80 (aunque el empleo de 2 listones había tenido un antecedente en 1885). La Maxply fue una de las más empleadas por la pléyade de tenistas, empezando por Rod Laver.


En paralelo a la Dunlop corrió la hermana Slazenger Challenge, que prácticamente empuñaron la otra mitad de jugadores de éxito en el mundo, hasta Björn Borg e Ivan Lendl en sus inicios, con Santana y Orantes entre ellos.

Hazell Streamsline. Mítica


Hubo también una singular pieza nacida en la cuarta década del siglo veinte, se trataba de la Slazengers PM Way Fred Perry. Diseñada por el propio Fred Perry y por Dan Maskell, del All England Club Wimbledon, ha sido, probablemente, la única raqueta que venía con instrucciones de uso impresas en la madera, indicando el empleo por caras para saque y derecha y para revés.


La construcción laminada se asentó y perduró, viviendo su esplendor entre los años ’60 y ‘70. Las marcas más reconocidas multiplicaron sus modelos y los colorearon de forma variada y brillante -en buena medida gracias a la combinación de la fibra de vidrio-, siendo muchos los autografiados y dedicados a ilustres tenistas.

Dunlop Maxply


Las inglesas Dunlop y Slazenger, las estadounidenses Wilson -que también tuvo longevidad y éxito con su Jack Kramer-, Spalding y TAD Davis, las belgas Donnay y Snauwaert y hasta Adidas y Head sucedían continuamente sus modelos.


Precisamente Head recuperó el desdoblamiento del mango hacia la cabeza, con una pequeña garganta pero que volvía a hacer historia. Era a mediados de la década de los ’70 cuando la marca austríaca -nacida en Estados Unidos- popularizó en madera laminada modelos como Vector, VLC, Director o la famosa Vilas, que empuñó Guillermo con éxito hasta 1982, ganando el Open USA de 1977.

Wilson y Slazenger


Pero Head-AMF no se ciñó a la madera con este concepto y en 1975 lo plasmó en aluminio y fibra de vidrio (ver parte 2). Antes, René Lacoste introdujo la raqueta metálica, dándole a Wilson la llave del éxito.


No obstante, en la gloriosa época de Jimmy Connors con el arma plateada de Wilson brillaba sobremanera el nuevo estilo de Björn Borg, quien empuñaba una Donnay All Wood belga de fibra de madera vulcanizada, que disponía de un grip más largo para poder coger con las dos manos. Pieza de madera con la que el sueco ganó sus cuatro primeros Wimbledon.
Prácticamente con el cambio de década, el aluminio cedió ante la llegada del grafito, con el que llegó a combinarse; y la madera recobró protagonismo junto a la fibra de carbono y a la fibra de vidrio. Buena muestra de esto último sería otra famosa como la Dunlop Maxply McEnroe de 1982.

Dunlop Maxply McEnroe


Y aquí resurgieron las aperturas de garganta o de cuello, siendo ejemplos Slazenger con su V-24 Vilas de 1983, de madera reforzada con grafito y garganta muy abierta; o Adidas con sus Mistral (madera y fibra de vidrio), Aquilon (madera, carbono, grafito) y Sirius (madera y grafito). Rossignol también había entrado en la década de los ’80 con la C12 Graphite de madera reforzada con láminas de grafito y con cuello.


En ese tiempo, la austríaca Fischer comenzó la producción de raquetas y muy peculiares. Baste como muestra la Powerwood de madera reforzada con fibra, con diseño romboide que se prolongaría y evolucionaría en el tiempo.

Las herramientas de Vilas, Ashe, Borg…


Hasta prácticamente mediada la década de los ’80, la mayoría de marcas que copaban el mercado lanzaron decenas de modelos, cada vez más bellos, policromados y destellantes, muchos de ellos reflejando los nombres de grandes maestros, hombres y mujeres, en sus cuellos, cabezas o mangos.
Una de las últimas piezas llevaba el sello de la estadounidense Prince Woodie, marca nacida en 1970 y que contó con la inspiración de Howard Head (fundador de Head dos décadas antes y de la división de tenis en los ‘60) en el desarrollo de sus nuevas armas.


Tal es la huella dejada por la belleza de la madera que en este siglo XXI Dunlop y Wilson, por ejemplo, han reeditado los diseños de sus exitosas Maxply McEnroe y Jack Kramer, respectivamente, en construcciones modernas.

Manolo Santana, imagen de Spalding

Los cordajes naturales dominaron
Desde los inicios, los cordajes naturales -de tripa de animales (intestinos de vaca)- y en forma de rombo o diagonal conferían mayor proyección a la pelota, contrarrestando la rigidez de las raquetas.


En el siglo XIX, con la combinación de maderas en la construcción de mango y cabeza de las raquetas, cambió el patrón de cordaje a horizontal, o transversal, y vertical, o principal. A los inicios del siglo XX llegó un sistema de doble cuerda principal central, patentado por Slazenger en las postrimerías del s. XIX, que lucía cuerdas rojas y blancas.

El ‘Kit’ de tenis del mayor Wingfield


Las cuerdas de tripa -mucho más cara de producir- acompañaron a la madera hasta el fin de sus días, cruzando incluso la frontera hacia el grafito y compitiendo con nylon y poliéster, pues muchos grandes tenistas las siguieron empleando; Pete Sampras entre ellos. Incluso su paisano y rival, Andre Agassi, probó una combinación tripa-kevlar y Roger Federer ha usado mixto de tripa-poliéster.


Otra de las singularidades fue el cordaje doble, conocido como espagueti, que ideó el aficionado alemán Werner Fischer y llegó a revolucionar la competición, reportando ciertos éxitos a quienes lo usaban. Hizo su gran aparición pública en el Open USA de 1977 y lo probaron, entre otros, el francés Christophe Roger-Vasselin y el rumano Ilie Nastase, quien lo llegó a hacer ganador.

Raqueta Fred Perry con instrucciones


Parece ser que, al adoptar menor tensión, la pelota cogía mucho mejor los efectos por estar más en tiempo en contacto con las cuerdas. Pero su éxito -tanto en marcos de madera como de metal- tuvo poco recorrido (apenas dos meses), pues la Federación Internacional de entonces lo puso bajo sospecha hasta que dejó de permitirse su empleo.


La tripa aportaba comodidad y calidad pero era poco resistente, y con la evolución de las raquetas y la aparición del poliéster los jugadores ganaron ostensiblemente en control, efectos y potencia.


En el siglo XXI triunfan los cordajes monofilamentos, de poliéster u otros polímeros; los multifilamentos -de cierto parecido a la tripa, mejor toque, menor duración y más caro que los mono-; y los híbridos, con curiosas formas y combinaciones.

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