El miedo es libre

By on 24 marzo, 2015

Rafa Nadal en Indian Wells 2015Un partido perfecto, sin fisuras, completo en todos los aspectos. Afinado desde el saque, sólido desde el fondo, profundo con tu drive, acertado en la red, sin errores no forzados, tomando buenas decisiones y sin alarmas de cansancio. Llega la hora de la verdad, el momento crítico, se acerca el triunfo. Todo esta en orden, nada malo puede ocurrir, pero de repente… ocurre. Aparece el miedo. Se esconde detrás del éxito, en forma de último obstáculo para quien quiera obtenerlo, una barrera en la que todos y cada uno de los jugadores profesionales han caído alguna vez. Basta con recordar esta última edición de Indian Wells, con la caída de Nadal ante Raonic, o la pájara Djokovic ante Federer. Dos casos en los que el miedo a la vitoria desbarató todo lo bueno hecho hasta el momento. Uno supo sobreponerse y el otro se quedó en el camino.

En cuartos de final vimos la primera prueba evidente de este síntoma de terror. Rafa Nadal, en su regreso al cemento tras la gira latinoamericana, aterrizó en la antepenúltima ronda del primer Masters 1000 del curso sin ceder sets y dejando buenas impresiones frente a sus oponentes. Tocaba Raonic, con un registro de 5-0 a favor del español y solo un set perdido ante el canadiense. Relato prometedor para citarse en la siguiente ronda con su archienemigo Roger Federer, ante el que no se enfrenta desde enero de 2014. El primer set transcurrió con tranquilidad, aguantando las embestidas del de Podgorica y apuntándose la manga por 6-4. Segundo acto, la sintonía se mantiene hasta llegar al tiebreak, donde el de Manacor dispara primero y se logra un minibreak de ventaja. La situación parecía controlada, más tarde tendría incluso tres bolas para cerrar el convite. Imposible. El español fue incapaz de hacer lo que había hecho en los cinco anteriores encuentros, ya era tarde. Milos forzó el tercer parcial y allí facturó el miedo de Nadal en forma de ticket hacia semifinales.

Algo parecido le pasó a Novak Djokovic en la flamante final en Palm Springs. Set arriba (6-3) y 4-2 en la segunda manda. El triunfo del número uno se antojaba inminente ante la agonía de Federer, incapaz de seguir el ritmo endiablado del serbio. Pero los grandes campeones tienen ese elemento genuino que les hace revolucionar el motor del bólido en apenas segundos. El partido se igualó con el balcánico medio grogui desembocando la aventura en el tiebreak. Y de nuevo, apareció el miedo. Tres dobles faltas (dos consecutivas) en forma de regalo al espectador hacia el tercet set que todos deseaban. Federer, cómo no, lo aceptó y aceleró hacia lo que significaba el primer desempate de la temporada que caía a su favor. Más tarde Novak se recompondría ayudado por el bajón físico de su rival, aunque a punto estuvo de pagar con una derrota el precio por no cerrar el partido cuando tocaba.

Le pasó a Nadal y lo pagó. Le pasó a Djokovic y se salvó. Nadie se libra de mirar frente a frente a esta sensación de pavor que te impide asaltar el objetivo final, un sentimiento de terror que obliga, inclusa al número uno del mundo, a dar un paso atrás en su propósito, momento en el que la cabeza pasa a ser el factor determinante en la función sin importar tu calidad técnica o tu rendimiento físico. Aplicarse en el entrenamiento, un buen equipo a tus espalda, repasar la estrategia en vestuarios, conversaciones psicológicas con tu entrenador, calentar adecuadamente… todo ayuda para acortar el camino entre el trabajo y el éxito, todo suma. Ahora bien, de nada servirá sacar a 200km/h o llegar a todas las bolas si no se logra superar el pánico en el momento de la verdad. Así funciona el miedo, midiendo cada semana a los grandes jugadores para distinguirlos de los grandes campeones. Ninguno se librará de combatirlo, pero solo los mejores ganarán la batalla.

Escrito por: Fernando Murciego (@fermurciego)

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