El calvario de Ana y Laura con la NCAA por 252 dólares

By on 5 noviembre, 2020

Por Alejandro Pérez

El sistema universitario-deportivo en EEUU está diseñado para que tanto la institución como el estudiante-deportista ganen. Los primeros becan (total o parcialmente) el paso de los alumnos por sus centros y los estudiantes-deportistas aprovechan todos los recursos de la Universidad de turno (que no son pocos) pero sin poder recibir un solo dólar generado.

Hasta aquí el procedimiento es lógico y atractivo. Es la vía elegida por muchos deportistas que les permite estudiar y progresar deportivamente en el mismo sitio. Para la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA) es un negocio redondo. Todos ganan.

Pero, en el caso que nos ocupa, la situación dista mucho de ser idílica y justa. Las protagonistas son dos tenistas españolas: Ana Yrazusta Acosta (Las Palmas de Gran Canaria, 1996) y Laura Moreno (Murcia, 1996). Les han quitado su título de conferencia (Atlantic Ten Conference) de 2017, el subcampeonato en 2015 y las 42 series ganadas en ese periodo. Todo, por 252 dólares, una cantidad insignificante teniendo en cuenta que en el periodo que nos ocupa (2014-2018), una carrera entera cuesta casi $40.000 para un estudiante extranjero. Cuatro años, $160.000. El error es de un 0,63% del gasto de un año.

Ana y Laura ya se conocían y jugaban al tenis antes de viajar a EEUU y por ello eligen esta vía. La canaria estudia Administración y Gestión Deportiva. La murciana se decanta por Turismo: “Decidimos ir a EEUU porque es la mejor opción para seguir estudiando y jugando. Acabamos en la Universidad de Massachussets (UMass) porque, aunque no tenga tanto tirón deportivamente, es bastante buena en lo académico y está incluida en la División I (la máxima). Te exige y es muy competitiva”, explica Ana Yrazusta a Grand Slam de Tenis.

Laura y Ana estuvieron en la Universidad de 2014 a 2018. Tras el subcampeonato de conferencia en 2015, dos años después llegó su gran momento. Campeonas de la Atlantic Ten Conference (ATC) y acceso al campeonato de la División I de la NCAA 2017. La élite dentro de la élite en el deporte universitario estadounidense.

“Ganamos, fue un sueño. Uno de los días más felices de mi vida. Ganar algo así con tus mejores amigas es impresionante. Todo lo que hay detrás es lágrimas, sudor y sufrimiento”, explica Ana sobre el título de la conferencia de 2017.

Ana Yrazusta

Hasta aquí el sistema funciona como debe. Pero el pasado 16 de octubre salta una alerta. Las dos protagonistas reciben la noticia de que la NCAA les quita todo lo ganado entre 2014 y 2017 por un ingreso indebido de $252 descubierto tras una auditoría en la Universidad.

“La NCAA nos ha penalizado a los equipos de baloncesto y tenis con $5.000 de multa y dos años de ‘probation’ (vigilancia a la Universidad). Nos quitaba todas las victorias esos tres años (2014 a 2017) en la división y, el subcampeonato en 2015 y el título en 2017 (42 series ganadas). Resulta que la universidad hizo una auditoría interna y encontró dos pagos por error: $8.848 dólares al equipo de baloncesto (por la instalación de un teléfono fijo de pared en la habitación y un pago porque el apartamento fuera del campus costaba menos que lo que la Universidad destina a las habitaciones dentro de sus instalaciones y ese dinero extra no se abona) y $252 dólares a dos compañeras de Ana y Laura por la instalación del teléfono fijo de pared en su piso fuera del campus ($126 para cada una) en la 2015-2016”.

Laura Moreno lo resume en una frase: “Es una pesadilla y completamente injusto que se nos castigue a nosotras por un error administrativo, tirar todo ese trabajo por la borda es para llorar. Están tirando a la basura el esfuerzo, sufrimiento, lágrimas y horas de trabajo que hay tras el título La NCAA nos impone un castigo injusto y desproporcionado las consecuencias de pagar por error 126 dólares a dos de las jugadoras, que en ningún momento fueron conscientes de este error. Ahora, a raíz de una auditoría interna de hace tres años, sale a la luz y se nos castiga a nosotras”.

Las dos compañeras (una estudiante local de Boston y otra británica) decidieron vivir fuera del campus en su tercer año, una opción completamente legal y normal si tienes vehículo para moverte.

Laura Moreno

“Nosotras estábamos becadas al 100%. La universidad paga todo, pero tú no ganas nada. Si vas a vivir fuera (del campus), ellos te ingresan lo que destinarían a ‘room and board’ (alojamiento). En tu beca no te especifican para que es cada dinero por lo que es imposible saber que han recibido más de lo que les corresponde. Este dinero (los $252 de la discordia) va destinado para enganchar un teléfono fijo a la pared, el ‘telecom fee’. Solo te lo cubre la beca cuando vives en el campus. Cuando vives fuera no porque no aplica fuera”, pormenoriza Ana que no sabe decir donde está ese enchufe del teléfono en su habitación.

Brittany Collens es una de las estudiantes afectadas y ha abierto una petición para reunir firmas en el portal Change.org. “Estamos recibiendo muchísimo apoyo en EEUU y nos estamos moviendo en España. Queremos que nos devuelvan nuestro título porque no me pueden decir que 126 dólares nos han dado ventaja respecto al resto de equipos de la conferencia. Nos hemos dado cuenta que podemos llegar a cambiar algo. Luchamos contra una entidad con mucho poder (NCAA) y somos una hormiguita. La unión hace la fuerza. El no ya lo tenemos. No deseamos que nadie pase por lo mismo que estamos pasando nosotras. Nos han quitado algo muy importante para nosotras. No creemos que estemos por encima de las reglas de la NCAA y hay que cumplirlas. La universidad acepta que se ha equivocado y tienen que pagar por el error, pero no nosotras por un error que ha competido un trabajador. Fuimos a jugar al tenis y a estudiar y no tenemos nada que ver con esto.

Esta injusticia ha cogido a Ana a punto de instalarse en Madrid para comenzar a trabajar tras dos años viviendo y trabajando en Londres. A Laura, tras un año sabático en Australia, estudiando un Máster de Turismo en Madrid. Un título de conferencia, un subcampeonato y 42 series ganadas arrebatadas por un error humano equivalente al 0.32% de lo que cuesta un año en la Universidad de Massachussets (y sin ser conscientes las ‘beneficiarias’)

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